lunes, 27 de abril de 2009

La Noria



Mi vista de la noria de agua.

domingo, 26 de abril de 2009

OJO DE BUEY

Esta es la ventana del alma del buey (o la "bueya") que contribuyó a un rato largo y agradable con algunos amigos y compañeros de afición. Mi homenaje para esta joven que aguantó estoicamente el sube y baja, los giros inacabables y los flashes de las cámaras cual modelo famosa... Va por ella.

viernes, 24 de abril de 2009

ICARO

Pequeño inocente desafiando al sol y huyendo del mar. Sus alas se quemaron, perdiendo para siempre su libertad.

jueves, 23 de abril de 2009

COMO HUELLAS EN EL ALMA

Como aquellas muñecas de trapo que de niños aprendimos a tejer y rellenábamos de arena para darle forma, volumen...vida. Representación física del alma intangible que nos ocupa y nos llena.

Durante nuestra existencia, pasan por nuestra vida miles de personas que, como si por la arena de una playa transitada se tratase, van dejando sus huellas.

Si la arena es muy dura, es posible que apenas nos demos cuenta de su paso. Pero existen muchos momentos de fragilidad receptiva en los que los invasores dejan impresa su huella.

Huellas profundas, huellas ligeras, huellas grandes o pequeñas, que quedarán hundidas para siempre (o quizás no).

Buenas unas, malas y molestas otras. Aquellas que al mirarlas, nos sacan una sonrisa o nos conducen a un deseo irrefrenable de que sean borradas por una ola que avanzó más de la cuenta para proporcionarnos alivio.

A estas alturas de mi vida, que sin ser adolescente tampoco soy anciana, soy capaz de discernir la profundidad de las marcas que han dejado unos y otros.

Las que ya no están, pertenecieron a los que quedaron en el olvido. Las medio borradas, a aquéllos que van perdiendo mi interés y esperan la ola que las borre irremediablemente.
Pero las profundas...ésas, son las de las personas que, como si de un jardín Zen se tratara, imprimieron su marca indeleble, entre piedras y grava (tropiezos de mi carácter difícil), para poder ser contempladas y meditadas, en perfecta conjunción con la naturaleza, y recordarme que seguirán ahí, hasta el fin de mis días, obligándome a mi misma a impedir el paso del rastrillo que las desfigure y elimine. Son las huellas que quedarán para siempre en mi arena...las personas que ocuparán un espacio de mi alma.

miércoles, 1 de abril de 2009

De un ceniciento playero

Érase una vez un chaval que andando por las rocas de una playa se percató de que se le había roto una chancla (o esclava, o zapatilla), y por no andar como cenicienta coja que sale huyendo dejando precioso calzado atrás, ni corto ni perezoso, deja también en el abandono su chancla izquierda (supongo que por algún motivo sentimental hacia su zapatilla derecha, que no podía quedarse sola con los tiempos que corren, claro está).

Algunos meses más tarde, los dos elementos siguen allí, con claras muestras de abandono definitivo y escocidos por los rayos de sol que no brillaron durante este largo invierno, porque parece que no acaba de tanta agua, y por el dolor de sentirse solas, a tres metros de distancia la una de la otra, y sin nadie que ose a juntarlas para depositarlas en el contenedor de los desechos.

Así somos. El animal que tropieza dos veces, o tres, o cuatro, con la misma piedra. Alegría me da pensar que este individuo tropezó sin calzado en algún saliente del malpaís de la zona, haciéndose mella primero en el pie derecho y luego en el izquierdo.

Es que hay gente pa'tó.